El reflejo de la felicidad
Hacer clases es, sin duda, una experiencia muy diferente a todo lo demás que me ha tocado hacer en la danza. He descubierto una parte de mi que ni siquiera imaginaba tener.
Cuando comencé a hacer clases, recuerdo que estaba muy insegura de mi y mis conocimientos, en el momento en que me planté frente a mis primeras alumnas, sólo pensaba que las niñas me estaban evaluando, casi que olían mi miedo jajajaja!!!
Con el tiempo aprendí a enseñar, mis alumnas me mostraron el camino indicado para ser profesora y sigo aprendiendo día a día gracias a ellas.
Cada alumna es un mundo, todas aprenden de diferentes formas y con distintas técnicas. A algunas les basta con mirarte, a otras les tienes que explicar un poco más lento, otras necesitan que las ayudes a moverse o explicarles paso a paso, desglosando lo que estás explicando. Con todo esto aprendo siempre más, buscando la fórmula perfecta para cada una, me detengo y analizo lo que hago y es impresionante como ha ido evolucionando y mejorando mi manera de hacer clases desde cuando empecé hasta hoy.
Hacer clases es lo más maravilloso que he experimentado, es algo muy enriquecedor para mi espíritu.
Cuando una alumna se te acerca y te dice "Profe: me encantó su clase" es el premio más grande que puedes recibir, definitivamente no hay nada mejor, me siento feliz.
La imagen más perfecta que he encontrado en el espejo del salón de baile, es cuando refleja a todas mis alumnas con sus caritas mirando y esforzándose por superarse, cuando me veo entre ellas, me llena de orgullo mi trabajo y me hace sentir tan plena y afortunada que muchas veces me emociona.
Para todas mis alumnas y ex alumnas.
Con amor Badia Izdihaar
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