Desde pequeña he sentido una gran atracción
hacia todo lo que tenga relación con lo de Medio Oriente, principalmente
Egipto, desde las majestuosas pirámides, hasta la riquísima cultura que este
país encierra.
Con respecto al baile, ha estado presente en
mi alma, yo creo que desde mucho tiempo antes de mi nacimiento, absolutamente
todas las danzas me gustan y quiero aprenderlas, pero si me preguntan por
alguna en particular, digo sin pensarlo: “Danza Árabe”, se ha convertido en mi
aire, absolutamente necesaria para seguir viviendo.
Cuando estaba en el colegio, en cualquier
actividad que implicara baile yo estaba entre las primeras inscritas, si había
que organizar, ahí estaba yo, hacer o imitar coreografías estaba mi nombre
aunque tuviera que trabajar duro para lograrlo, creo que eso le daba un
condimento especial.
La primera vez que bailé Danza Árabe, tenía
apenas siete años, estaba feliz, mi mamá me hizo el traje, ella siempre me
apoyó en todo lo que se me ocurría. Cuando bordeaba los 18 comencé a instruirme
con DVDs de distintas bailarinas, practicaba en casa, cuando nadie me estaba
viendo. A los 19 bailé nuevamente este estilo, con un traje también
confeccionado por mi madre, quien por lo demás es tremendamente talentosa para
eso de las costuras, muy creativa y profesional. A los 21 años fui madre y me
dediqué a eso, pasó el tiempo y tuve la bendición de ser madre nuevamente a los
24 años, luego de ese embarazo, comencé con depresión y como por arte de magia
se abrió un taller pequeñito de Danza Árabe en el barrio donde vivía, allí
comencé a asistir dos veces por semana, la profesora me ayudó a poner nombre a
distintos pasos que yo había aprendido por imitación, y por supuesto me enseñó
varias cosas más. Como a los seis meses de clases me di cuenta de que bailar
era mi vocación, en ese curso estuve aproximadamente dos años y medio y me
retiré por varios motivos, pero el más importante fue mi ambición por llegar
más alto, el problema era lo económico.
Trabajé de secretaria como diez meses, me sentía apresada allí. Un día recibí
un llamado totalmente inesperado, me ofrecían ser profesora de Danza Árabe, mi
primera reacción fue negarme, no me sentía capacitada para hacerlo, así que me ofrecí a buscar a alguna
interesada. Cuando llegué a casa y le conté a mi esposo lo que había pasado, se
rió y me dijo que tenía que llamar a la persona y decirle que aceptaba el
trabajo, así lo hice. Las primeras clases fueron de un estrés terrible para mi, sentía que me
estaban evaluando cada cosa que hacía, creía que no cumplía con las
expectativas de mis alumnas, yo llevaba tan poco en esto y no tenía estudios serios
en academias, pero con el tiempo me fui dando cuenta de que mis niñas estaban
contentas conmigo, al igual que la dueña de la academia, eso era algo
inesperado realmente, se formó una familia hermosa, y ya llevamos dos años
bailando todas juntas, cada gala es superior a la anterior y mis alumnas no
paran de avanzar.
Nunca tuve la opción de estudiar danza en
academias por el tema económico, pero como Dios siempre está con los soñadores,
y gracias a que tengo un esposo maravilloso, quien me apoya en todas mis
locuras, llevo un año estudiando en la mejor academia de mi país, con la mejor
maestra que podría haber imaginado y he conocido a gente maravillosa.
Bailo con el alma, siento en lo más profundo
de mi ser la música y los movimientos, soy feliz en un escenario y en un
estudio de danza, amo enseñar, amo a mis alumnas, amo aprender y bailar. Estos
días he pensado mucho en el por qué no estudié esto cuando salí del colegio,
tengo una historia de vida completamente ligada a la danza, y nunca lo vi como
una profesión, este tema da para mucho tiempo de análisis, puedo culpar a la
sociedad, a la poca cultura artística existente en familias como la mía, pero
de verdad creo que fue Dios quien lo quiso así, según yo ya estaba muy vieja
cuando comencé a vivir este milagro de la danza, según Dios, era el momento
justo, era mi momento, y lo seguirá siendo hasta que Él me siga dando salud
para continuar, lo que espero que sea muchísimo tiempo más.
No hay sueños imposibles, hay sueños que
requieren tiempo y trabajo, cuando amamos lo que hacemos, entregamos lo mejor
de nosotros mismos, si el mundo nos critica, el tiempo nos dará la razón. Hay
que vivir, debemos entregarnos por completo cuando amamos algo, no existe en el
mundo algo que se pueda comparar con la satisfacción de cumplir nuestras
misiones con amor, podemos empezar cuando queramos, hay que atreverse, confiar
y trabajar, hay que amar…
Dedicado a mis alumnas y a mi esposo.
Con amor Badia Izdihaar.